El magistrado presidente del tribunal que juzga a los políticos catalanes acusados de rebelión, entre otros posibles delitos que deberán probarse sin duda alguna, ha resuelto
el espinoso derecho a lucir lazos amarillos en la sala de justicia. Lo ha resuelto permitiendo a quienes lo deseen, portarlos. Y ello interpretando analógicamente una sentencia del TEDH de Estrasburgo que considera que ese derecho asiste a los que llevan signos externos de su ideología religiosa u otras. Resulta difícil de entender que
afiliados de Ciudadanos cuyo partido se proclama a diestro y siniestrado
constitucionalista se dedique de cuando en vez a arrancar tales símbolos en pueblos de Cataluña, mientras en el Tribunal Supremo se lucen sin aspavientos. Mentes captivatas.
Alberto Revuelta.