Choque de trenes

Ayer y hoy hemos podido seguir, como en secuencia relentizada pero muy en directo, el principio del choque de trenes. En ATRIO aparece este magnífico artículo que reproducimos encantados.

Los que saben todo de la cosa anunciaron y siguen anunciando el choque de trenes, que, al parecer, va a ser espantoso y de consecuencias imprevisibles.

Resulta que en mi vida, que ya va para larga, no he visto nunca semejante suceso, así que ruego a los que lo entienden a ver si pueden avisarme de dónde y cuando se producirá el evento y para el caso de que se vendan entradas para presenciarlo, que me informen de la manera de obtener una de primera fila.

Aunque al final resulte, como es probable, que va a ser solo aquello del parto de los montes, aún así, tendría mucho gusto en asistir a tamaño acontecimiento.

Y es que, quizá por el escepticismo propio de la edad, no me acabo de creer lo del choque, escepticismo que me confirman los amos del cotarro, o sea, los capitalistas, que ven el panorama tan tranquilos porque, casi con seguridad, saben cómo acabará el rifirrafe, que para eso disponen de los medios y los analistas y los augures (y el poder) precisos para controlar este y cualquier otro suceso del futuro próximo, sobre todo si resulta que los protagonistas máximos del drama son sumisos servidores y obedientes seguidores de las consignas del FMI, la OCDE, el IBEX y la madre que les parió.

Por si alguno tiene dudas, conviene que recuerde que tanto Carles Puigdemont como Mariano Rajoy pertenecen a dos partidos de derechas que, a su vez, pertenecen a la misma organización europea y son acendrados defensores de los intereses del gran capital.

Hasta ahora el asunto le ha venido de perillas a los negocios (y a Mariano para sacar votos del granero nacionalismo español y a Puigdemont para lo mismo catalán) y el problema es si conviene seguir sosteniendo el altercado o conviene ya archivarlo. Veremos.

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